Los señuelos dejaron de ser simples distracciones para convertirse en herramientas mortales si sabes usarlas bien.
Los clásicos fuegos artificiales regresan, pero su función va mucho más allá de alejar un grupo de infectados por unos segundos. Ahora puedes combinar estos señuelos con peligros del entorno para crear trampas ingeniosas. Por ejemplo, lanzar fuegos artificiales cerca de un charco de aceite puede terminar incendiando a una horda entera, o usarlos para mover enemigos hacia un grupo rival de humanos hostiles y desatar el caos.
Este tipo de interacciones añade una capa táctica profunda, donde el entorno se vuelve tu mejor aliado si eres creativo. Así, cada enfrentamiento puede resolverse de formas únicas, dándote una ventaja estratégica crucial, especialmente cuando los recursos escasean.
Los enemigos humanos en The Beast tienen una inteligencia artificial totalmente rediseñada, que los hace mucho más peligrosos.
Atrás quedaron los días en los que los humanos simplemente te atacaban sin mucha lógica. Ahora usan coberturas, trabajan en equipo y adaptan sus tácticas en tiempo real. Los soldados con rifles buscarán flanquearte mientras los melee tratarán de rodearte. Cada tipo tiene variantes con distintos niveles de armadura y agresividad, obligándote a observar y planificar antes de lanzarte al combate.
Techland se esforzó en reconstruir desde cero la IA de los combates con armas de fuego, algo que no retocaban desde el primer Dying Light, y el resultado son escaramuzas que se sienten orgánicas, tensas y mucho más desafiantes.
El juego no recompensa lanzarte a cortar cabezas sin pensar; aquí debes usar todo tu arsenal y el ambiente para sobrevivir.
Dying Light: The Beast no es solo un festival gore. La escasez de recursos hace que pensar bien cada ataque sea vital. Puedes mezclar armas cuerpo a cuerpo, arcos, ballestas, pistolas, cócteles molotov y hasta distraer zombis cubriéndote con sus tripas para pasar inadvertido. La idea es que cada situación pueda resolverse con una mezcla de creatividad y sentido común.
A veces, la mejor opción será correr, otras preparar una emboscada, o usar un explosivo en el momento justo. Esa libertad táctica convierte cada encuentro en un pequeño rompecabezas sangriento que exige adaptarte para no terminar devorado.
Los no muertos no son simples sacos de carne: ahora reaccionan distinto según el arma, su peso y un factor aleatorio que siempre mantiene el suspenso.
Golpear con un bate pesado no tendrá el mismo efecto que un corte rápido con machete. Además, hay un toque de aleatoriedad programada para que incluso dos golpes idénticos puedan generar respuestas distintas: algunos zombies tambalean, otros caen, y unos pocos contraatacan con furia.
El terror alcanza su clímax con el lanzallamas. Puede que abras un cono de fuego creyendo estar a salvo, solo para ver a un infectado chamuscado emerger entre las llamas, agarrarte y mostrarte su rostro carbonizado a centímetros del tuyo. Esas son las pesadillas que Techland quiere que recuerdes.
El nuevo sistema de iluminación y clima transforma por completo la atmósfera, haciendo que cada momento sea único.
El sol se mueve por el cielo, afectando sombras y la visibilidad, mientras la niebla puede envolver un pantano creando un escenario digno de película de horror. Las lluvias, tormentas y cambios repentinos de luz no solo son estéticos, también modifican cómo te aproximas a tus objetivos, pues algunos enemigos se comportan diferente según el clima.
Todo esto potencia el clásico ciclo día-noche, elemento icónico de la saga, donde el anochecer sigue siendo sinónimo de pesadilla.
Techland aprovechó su pasado con juegos de rally para hacer que los vehículos se sientan tan bien como devastadores.
El equipo detrás del sistema de manejo trabajó en clásicos como Xpand Rally, y ahora volcó toda esa experiencia en The Beast. El resultado son coches y buggies que no solo responden increíble, sino que ofrecen el placer mórbidamente único de atropellar zombies con física y sonidos meticulosamente diseñados.
Cada impacto se siente crudo, con “thwumps” y “spllotches” que te arrancarán una sonrisa macabra mientras limpias el parabrisas... o lo tiñes de rojo.
Los jefes no son simples esponjas de daño; cada uno tiene fases, mecánicas propias y cinemáticas letales.
Algunos pueden volverse invisibles, otros llamarán hordas para apoyarlos, y la mayoría tiene remates espectaculares que podrían terminar contigo de formas dignas de una película gore. Estos encuentros son el pináculo del diseño de combates en The Beast, obligándote a aprender patrones y adaptarte a cada nueva fase para sobrevivir.
Con el tiempo podrás usar el Modo Bestia para resolver puzzles ambientales y alcanzar zonas imposibles en forma humana.
Al inicio, la activación del poder depende de recibir o infligir daño, pero a medida que progresas, tendrás control total para decidir cuándo y cómo transformarte. Algunas habilidades permitirán abrir rutas secretas o superar obstáculos, añadiendo una capa metroidvania que incentiva explorar cada rincón del mapa.
El mundo de The Beast destaca por estar saturado de detalles inspirados en la vida real, incluso de los propios desarrolladores.
Cada metro cuadrado fue revisado por los artistas para que pareciera habitado. Desde grafitis hasta un edredón con leones que realmente pertenece a la abuela de la directora de arte, este tipo de elementos dan una calidez inquietante al escenario, haciendo que explorar sea tan fascinante como peligroso.
En Mexgamer.com te seguiremos trayendo más secretos y curiosidades no solo del mundo del anime, sino también de videojuegos como Dying Light: The Beast, que prometen dejar huella con su forma única de mezclar acción, terror y libertad. ¿Estás listo para sumergirte en este nuevo infierno zombie?